domingo, 11 de agosto de 2013

La indefensión aprendida

 

Arturo es un profesional de la seguridad con más de treinta años de servicios. Se encuentra preparando su oposición para el ascenso a la escala superior del Cuerpo, con una gran ilusión, como si llevara toda la vida esperando ese momento. Lleva un año preparando el examen pero realmente, desde que ascendió por última vez, seis años atrás, ha ido acumulando material y actualizando sus conocimientos. Y su expediente es intachable. Los buenos resultados obtenidos en sus cinco oposiciones anteriores le proporcionan cierta tranquilidad, pero las características del proceso no apuntan en esa dirección. Este año es aún más subjetivo pues han sustituido preguntas tipo test por otras de desarrollo. Sí, es cierto que los exámenes de acceso a los más prestigiosos Cuerpos del Estado disponen de pruebas de desarrollo orales. Pero en ellos la determinación de las preguntas se realiza por el procedimiento de insaculación lo que objetiviza el proceso e impide la designación encubierta de opositores "que no tengan ni idea".


Llega el día del examen, máxima tensión, y la primera sorpresa cae como una bomba en el centro de proceso de datos de la cabeza de Arturo. El caso práctico es un análisis situacional sobre un país norte africano, lejos, muy lejos de lo estudiado durante el curso. Se había advertido, de manera oficial, que sería un análisis situacional, pero no era esto, ni mucho menos, lo que se entendía por análisis situacional. Arturo no entendía nada hasta que a la semana siguiente tuvo acceso a un archivo que se había difundido horas antes del examen.


Defendió el caso con dignidad. También el resto de las preguntas. La siguiente prueba, aún antes de saber el resultado de la anterior, era una entrevista personal. Nueva tensión, no se conoce con certeza la clase de preguntas a las que se pueden enfrentar ni su propio objeto. Hay varios tribunales. A Arturo le toca uno compuesto por cuatro personas y presidido por el Director. Como si se tratara de enemigos irreconciliables aquél, sin más preámbulos, le reprocha a Arturo con acidez que en el curso de su carrera profesional haya hecho tres carreras y multitud de cursos de formación. Llega a decirle que se ha dedicado a estudiar, que ha estado becado y que de su actividad profesional no sabe nada. Sale de la entrevista triste, totalmente decepcionado. Cuando hizo su primera oposición de ingreso en el Cuerpo llego con mucha ilusión y un pobre título de graduado escolar en el bolsillo. Después de horas y horas de estudio, sustraídas a la familia, al ocio, al descanso, simultaneadas con la actividad profesional, partiendo de cero, había conseguido un buen currículum y eso al Director le parecía poco menos que un asesinato. Cuanta tristeza, que sentimiento de injusticia. Aguantó el reproche mientras se le pasaban rápidamente por la cabeza tantos y tantos años de sacrificio. Pensó que podría tratarse de una estrategia de selección. ¡A ver cuanto aguanta!. Pero no, la lista con los aprobados era clarificadora. Arturo no estaba.

Ni siquiera había podido leer su análisis situacional ante el Tribunal, le habían excluido en aquella entrevista. Ahora se daba cuenta de lo que deberían de sentir aquellos ratones de Seligman en la famosa teoría de la indefensión aprendida. Da igual donde saltes, el latigazo está asegurado.

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