domingo, 6 de octubre de 2013

La Inspectora Jefa a la que nunca le ha caído una cruz roja


Ingresó en la policía cuando era casi una niña en la primera promoción de mujeres policías de lo que ahora se conoce como escala básica. Quién le iba a decir que aquella profesión que fue una salida al desempleo se iba a convertir en algo vocacional, una atracción cuasi religiosa que le produciría una irrefrenable seducción. Pasado el medio siglo de vida recuerda con cariño aquellos años en el extinto Cuerpo de Policía Nacional en el que las mujeres policías eran vistas con extrañeza y con cierta desconfianza. Ellas fueron las que con su esfuerzo tuvieron que romper los estereotipos negativos y fueron abriendo camino a la normalización de la mujer en el Cuerpo.



Su primer destino en Madrid, en seguridad ciudadana, los conocidos "zetas", todavía no se había producido la unificación con el Cuerpo Superior de Policía y, por tanto, no cabían destinos de investigación. Duros horarios. 8 por 24 aunque los había aún peores. Y muchas carencias formativas, pero la calle era una máquina de formar policías. Cientos de prestaciones de auxilio, en aquella época no existía el  eficaz Samur, y se trasladaba a heridos y enfermos en las famosas lecheras, a toda pastilla a veces casi con medio cuerpo fuera del portón trasero. Y meses atrás los sucesos del famoso incendio de la Discoteca Alcalá 20, el trágico accidente de avión en la localidad de Mejorada del Campo y la colisión de aviones en Barajas un mes después, todos ellos con multitud de fallecidos y heridos. Eran también años de muchos atracos a bancos, carreras desbocadas por la ciudad con peligrosos accidentes en ocasiones, dándolo todo por llegar a tiempo de abortar un robo, de salvar una vida. Y conviviendo con el terrorismo, asesinato de Ricardo Tejero, director del Banco Central y el contraterrorismo ultra. No, no había cruces al mérito, ni felicitaciones públicas. Muy pocos en seguridad ciudadana conseguían esas distinciones. Sólo el placer que producía el trabajo, la sensación de no querer que aquello terminará aún después de los largos horarios. Suficiente.

El ascenso a oficial le llevó a San Sebastián. Eran épocas duras en el norte. Le hubiera gustado participar en la lucha contra el terrorismo pero su destino fue el servicio de seguridad del conocido cuartel de Aldapeta. Sin conocer a nadie en el Cuerpo, ya sabes, lo que te toque. Con ya una amplia experiencia en seguridad ciudadana, pero eso es lo de menos. Después de unos años en las Islas Canarias, ampliando experiencia en seguridad ciudadana, vuelve a Madrid, a lo que se conocía como Bandera de Protección. Dispositivos de seguridad...estática, la seguridad dinámica es para otros. Otros destinos, incluidos el dispositivo de seguridad de la Expo en Sevilla y ascenso a Subinspectora, vuelta a empezar, destino a Canarias, seguridad, vuelta a Madrid, donde solicita policía judicial pero...no conoce a nadie, zetas, sala del 091, vuelta a los robos, actividad frenética en la Sala del 091 de Madrid, pero seguridad ciudadana....ausencia de felicitaciones. No importa, el trabajo es suficiente felicitación, aunque no ignora que otros por lo mismo la tienen. Por fin, consigue ir a policía judicial, a la Comisaría General, gracias a un inspector jefe que conoce casualmente. Le recibe un entonces inspector jefe y actualmente conocido Comisario Principal tertuliano ocasional que le pregunta donde quiere ir. A homicidios o secuestros le responde. El ofrecimiento seguramente era parte de la sorna gallega porque le mandan a un grupo de vigilancias. Pero dura poco porque aprueba para inspector. Casi tres años de proceso y vuelta a empezar. Canarias y ahora sí policía judicial, extranjeros, seguridad privada, en fin un poco de todo. Por supuesto de autodidacta, aprender a investigar, a hacer diligencias, jornada en el trabajo y horas y horas en casa leyendo diligencias, haciendo diligencias, leyendo jurisprudencia...por el mismo precio. Y por las tardes con la niña pequeña en la mochila a la Comisaría si había actuaciones que supervisar. Felicitaciones? Sí, es policía judicial. Cruces. No, para eso hay que ponerse a la cola, pero la vez no llega porque a los dos años, vuelta a Madrid y vuelta a empezar.



Imposible volver a policía judicial...no conoce a nadie. Seguridad privada, cooperación internacional, profesora en la escuela de la policía. Cruces?. No, hay que ponerse a la cola, primero los que llevan tiempo allí. Pero en el Cuerpo llevo 20 años. Sí pero eso no importa. Cambio. A Valencia. Que destinos hay disponibles, le pregunta al jefe de la sección de personal. La Inspección Central de Guardia, donde nadie quiere ir, donde los recién salidos de la escuela duran tres meses. Un lugar de emociones contrapuestas. Intenso trabajo donde tienes que instruirse más de dos mil atestados al año, instalaciones desvencijadas y muchos problemas, denuncias ,discusiones, mucho aprendizaje pero...todo el mundo huye. A pesar de ser el lugar por donde pasan todos los detenidos de Valencia, con la responsabilidad de instruir los atestados, decidir sobre detenciones y libertades, lugar de donde pueden partir las informaciones y las diligencias que pueden llevar al éxito de una operación, no hay cruces. Las medallas a policía judicial y por orden.

Ascenso a inspectora jefa, Madrid, vuelta a empezar. Comisaría de Distrito. El primer año el jefe le propone para la cruz blanca(no pensionada). La primera casi 30 después, por su dedicación, horas y horas dirigiendo el grupo de policía judicial, escasez de medios, haciendo de todo e investigando una operación con más de cien imputados. Pero la propuesta pasa por la Comisaría General de Policía Judicial  donde al parecer no dan el visto bueno. Se ignoran los motivos, nunca se exponen.

La historia no acaba aquí, pero no importa. Es una más, no es una excepción, es una de tantas historias de policías que no tienen primos, tíos, padres o amigos que les puedan construir una carrera. Que carentes de estímulos dedican su tiempo libre a formarse para hacer mejor su trabajo sin ninguna recompensa. A formarse en su tiempo libre para ascender de categoría  lo cual les supone una exigua recompensa económica y una pérdida del tren de las recompensas y del posicionamiento profesional. Representa a una gran cantidad de profesionales que se jubilan después de décadas de servicio sin haber recibido siquiera una cruz no pensionada mientras que otros a los dos años de servicio sin ser acreedores de mérito alguno conocido la tienen en su poder. Triste realidad, bonita profesión.


2 comentarios:

  1. A veces se valora demasiado el reconocimiento de instancias podridas...quedarse con el de los compañeros es más gratificante, son quienes realmente comparten el viaje. Materialmente puede ser injusto, pero personalmente las cosas no tienen precio y aquellos que las reciben sin mérito solo viven una mentira. Creo que tu entrada tiene más valor que cualquier medalla. El mundo podría ser perfecto, pero no lo es.

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  2. Es curioso, nadie se acuerda de los que llevamos mas de 30 años en el cuerpo y sin ascender, de los que nos hemos tragado mas de 10 años en La Inspección Central de Guardia de Valencia....de los que si escribíamos y escribíamos los atestados,

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